Tal vez sea lo más honesto aclarar que desde que vi la primera película, que no fue Toy Story en mi caso, me enamoré de Pixar.
La creatividad en cuanto a los guiones, los personajes, los planteos. La inteligencia de sus diálogos y de los mundos construidos hablaban de gente que pensaba las "cosas para chicos" de una manera muy original y disruptiva para lo que la industria les venía ofreciendo a los más pequeños. Y a sus padres.
Por eso en un principio yo hablaba de los "mundos posibles". Por esto me refería a que los filmes de Pixar si bien hablaban de fantasías, eran fantasías que tal vez, sólo tal vez, podrían suceder en la realidad. En una realidad paralela a la nuestra, claro, pero no tan lejana.
¿Sabemos acaso qué sucede con nuestros juguetes mientras no los usamos?
¿Podemos asegurar que no hay un universo monstruoso detrás de la puerta del placard?
¿Cómo saber acaso si los insectos no dividen también sus hábitats en urbanos y rurales?
El tiempo transcurrió, Disney ni lerdo ni perezoso se fusionó con Pixar, dejó a dos de sus cerebros, John Lasseter y Ed Catmul, a cargo de la producción de todas las películas y las temáticas se ampliaron.
Sin embargo hay un mensaje en particular que las atraviesa a todas: el valor de la propia identidad.
Como si desde esa usina creativa que son esos estudios se buscara machacar en las mentes de los más pequeños y, por qué no, de rebote en la de sus adultos responsables, que no hay nadie como uno mismo. Que a pesar de las adversidades, de lo que digan los demás o de lo que parece un destino incuestionable, hay que salir y defender lo que uno es. Y valorarlo. A toda costa.
Vamos de a una (no incluye secuelas):
Toy Story (1995)
El debut en largometrajes de Pixar propone la novedad: los juguetes tienen vida propia. Y sentimientos, fortalezas, debilidades, como las personas, en fin.
El problema es que no todos se asumen como lo que son.
Y ahí está Buzz, el recién llegado, la competencia en cuanto a la atención de Andy, el dueño de ese grupo de seres de plástico y madera. Buzz de verdad cree que es un super héroe espacial y que puede volar "hasta el infinito y más allá". Sin embargo, la realidad es que es un aparato programado apenas con luces y un par de alerones desplegables destinado a entretener niños y no a salvar el Universo.
Celos y peleas mediante, Woody y Buzz se volverán mejores amigos y, por sobre todas las cosas, asumirán que no hay nada mejor que ser lo que son: juguetes.
Porque son lo más preciado para su adorado Andy, incluso cuando crezca, y porque no hay ninguna otra cosa que ellos quisieran ser en el mundo.
Aunque visto de afuera parezca mucho más interesante ser un héroe intergaláctico.
Bichos (1998)
Pobre Flick. Él no es más que una hormiga obrera, sin embargo no se resigna al rol que la naturaleza parece tener planteado como su destino. Él es inventor. Quiere optimizar la productividad de la cadena de recolección que realizan sus congéneres. Sin embargo ese atrevimiento es mal visto por sus pares.
Y mucho peor se ve cuando uno de sus inventos provoca la ira de las langostas que llegan a buscar su "tributo" (el alimento que las hormigas recolectan para ellas) y no lo encuentran.
Flick se hace cargo de su error y se decide a ir a la ciudad a buscar un ejército que combata a los opresores. Porque, metidas de pata mediante, él sigue insistiendo en que no hay que seguirles el juego a esas langostas.
Y lo logra. Aunque lo que encuentre no sea realmente un ejército.
Entonces está la cuestión identitaria de Flick, que es el tema que nos ocupa en un principio y que está muy bien planteado, ya que al fin y al cabo, él no es perfecto, es bastante torpe en realidad, pero sus ideas son buenas y las defiende a toda costa.
Sin embargo hay otro tema en la película, político diría, expuesto abiertamente. Es el de la lucha de clases.
Las langostas no son más de treinta. Las hormigas son miles. Y el temor del líder de las langostas es que esas "insignificantes hormiguitas" se den cuenta de que ellas los superan en número. De que si reaccionan, se termina el estilo de vida parasitario de las langostas.
Oh, problema, Flick se da cuenta. Flick reacciona.
Fin de la explotación.
Monsters Inc (2001)
Hay un universo detrás de la puerta del placard. En él viven los monstruos que aterran a los niños durante las noches, porque la energía vital de su mundo depende de los gritos de horror de los pequeños humanos.
Suena cruel, sí, horrible. Pero en realidad esos monstruos tienen más miedo de los chicos que los chicos de ellos.
¿Cómo es eso?
Para poder explotar a los niños, los monstruos crecieron convencidos de que los humanos les trasmiten enfermedades y son cosas espantosas, dañinas para cualquiera de ellos.
La realidad es que eso no es así, y quienes tienen poder en ese mundo lo saben. Pero es más funcional que los que asustan a los chicos les teman a su vez. No sea cosa que se encariñen y no logren la productividad requerida.
El statu quo se quiebra cuando se infiltra una niña, Boo, en ese territorio de los monstruos, y de a poco Mike y Sully descubren, no sólo que la chiquita es inofensiva, sino la trama macabra planada por el dueño de la empresa de energía.
Pero también descubren que hay algo más poderoso que el miedo: la risa.
Las risas de los chicos tienen mucha más energía que su llanto.
Y ya lo sabemos quienes estamos en contacto con niños: nos angustia que lloren, pero nos colman de felicidad sus estallidos de risa.
El otro tema, también de lectura algo política si se quiere, es esta creación del enemigo externo para justificar acciones no muy agradables.
Convengamos que el gran país del Norte es experto en esta suerte de creaciones, que justificaron desde la Guerra Fría hasta la actual lucha contra el terrorismo.
¿Y si conociéramos a nuestro "enemigo" en realidad? ¿Le tendríamos tanto miedo?
Al margen, uno de los finales más emotivos de la historia del cine. No se los cuento por si no la vieron. Sólo les adelanto: "gatito".
Buscando a Nemo (2003)
La mayoría de las veces, los miedos de los padres se reflejan en restricciones para con los hijos. No hagas esto porque te podés lastimar, no hagas lo otro porque corrés riesgo de vida y no tenés noción de eso todavía, y así se les va pautando el movimiento permitido.
Sin embargo tanto cuidado puede terminar siendo percibido por el hijo como falta de fe en su capacidad, en su autonomía.
Y así es como ocurren los accidentes: el chico quiere demostrar que ya puede hacer cosas solo, la cuestión se descontrola y un pescador humano se lo lleva metido en una bolsita a su acuario de especies exóticas.
Bueno, al menos en esta película que habla de peces. O mejor dicho, cuenta una historia de peces pero habla de todos nosotros.
Así Marleen sale en la búsqueda incansable a través de los mares de su hijo Nemo, conoce en el camino a la genial Dory, y termina por valorar las capacidades de su hijo.
Y su hijo acaba por reconocer la capacidad de su padre, a quien considera cauto en exceso, que lo es, pero que también es capaz de emprender un viaje de dimensiones para un pez tan pequeño si la situación lo requiere.
Otro filme en el que se plantea el tema de la resistencia a la opresión, esta vez bajo el lema "si tiramos todos para el mismo lado, tenemos más fuerza".
Nemo conoce en el acuario en el que lo pone el humano a un veterano escapista, un pez de mar que no se resigna a la prisión de las paredes de vidrio. Es él quien le enseña que si tiran todos los peces juntos de una red en un mismo sentido, vencen la resistencia de la polea.
Si a Ud le gusta comer pescado, agradezca que los peces no se dieron cuenta de esto: sería el final de la industria pesquera. Y de otras explotaciones también.
Los increíbles (2004)
Violetta tiene catorce años y se peina tapándose la cara para pasar desapercibida, como desea toda adolescente. La diferencia con las otras chicas es que, si quiere, ella puede volverse invisible. Del todo.
Dash quiere correr carreras, pero sus padres no lo dejan, porque tiene ultravelocidad. Por eso se desquita haciendo travesuras que nadie, ni siquiera las cámaras de seguridad, detectan.
El matrimonio Parr es uno más de tantos. Aburguesados, engordados, viviendo la vida que nunca quisieron para sí mismos, pero poniéndole ganas, porque otra no les queda y soñando con recuperar algún día la gloria perdida.
Ellos supieron ser super-héroes, en un mundo que valoraba los super poderes. Pero la cuestión se descontroló, un par de accidentes cambió la forma de ver las cosas y así los "super" tuvieron que ocultarse y pasar a formar parte de la masa.
Sin embargo "el mal" no dejó de existir y llegó el momento de volver a la acción. Pero fundamentalmente, el momento de reconciliarse con quienes ellos son en realidad.
Así, la familia Parr en pleno, incluido el bebé, deberá sacar de la oscuridad su verdadero ser, su esencia, que es paradójicamente, su identidad secreta.
Y qué bien que les hace...
Cars (2006)
Rayo McQueen es un auto debutante en la copa Pistón. Su único objetivo en la vida es ganar esa copa y, por añadidura, tener al mejor sponsor del mundo. Se convence a sí mismo de que es un "bólido veloz", de que es insuperable. Pero ni luces para el camino tiene.
Una noche, por accidente, queda varado en un pueblito de la abandonada y legendaria ruta 66. Allí es condenado por exceso de velocidad y obligado a reparar la calle principal arrastrando a una pesada máquina de brea en pago por sus múltiples infracciones.
En su estadía, él descubrirá que hay mucho más allá de una copa "vacía", como le dice el Doc Hudson al premio de la carrera, y que a veces la verdadera identidad no es la que imponen quienes plantean qué debe ser el éxito y cómo alcanzarlo, sino algo que está en uno mismo.
Como dice en uno de los temas de su excelente banda sonora: "a veces cuando perdés el camino es cuando te encontrás a vos mismo".
Nostalgia, descubrimientos, el valor de la amistad, un surtido de personajes adorables, en lo que desde afuera parece ser una simple película de autitos.
Ratatouille (2007)
Remy es una rata gourmet. Como Flick con sus pares hormigas, él no acepta plegarse al "deber ser" de su especie. Se niega a comer de la basura y encima aprendió en el libro del chef Gusteau que "cualquiera puede cocinar".
Por accidente va a parar al centro de París y allí se topa con Linguini, el hijo de sangre de su admirado chef, que debe comenzar a trabajar en la cocina del restaurante de su padre, aunque tiene menos talento culinario que los parientes de la rata.
Entablan una particular relación y Remy aprende a guiar, desde debajo del sombrero, las torpes manos del torpe Linguini para crear manjares.
Por supuesto todo en secreto, no sólo porque develaría la inutilidad del humano, sino porque no hay nada más desagradable y menos comercial que una rata en la cocina.
Lo interesante es, de nuevo, el valor de lo propio. Cuando Gusteau dice que "cualquiera puede cocinar" no está diciendo que todos cocinamos bien, sino que no importa cuál sea tu origen, si deseás algo, podés lograrlo.
Y ahí está Remy para demostrarlo.
Wall-e (2008)
Poesía pura.
Más allá de los temas que trate, este filme es de lo más poético, junto a algunos cortos, que ha realizado Pixar.
Wall-e es ese robotito que encuentra belleza en la basura.
Que no deja de limpiar los desechos humanos en un planeta Tierra abandonado por ser incompatible con la vida.
Eva en cambio es la nueva tecnología. Más corpulenta, más moderna, más eficiente que Wall-e, aprende de él lo que vale de verdad. Él le muestra aquello que ella es incapaz de apreciar, irrumpe en su programación para liberarla en cierto sentido y permitirle entregarse a la belleza.
Dos máquinas que se enamoran, que se comunican apenas emitiendo sus nombres en diferentes entonaciones que dicen mucho más que largos diálogos. De fondo, el universo, las galaxias, las nebulosas.
Y como tema adicional, la deshumanización de los humanos, valga la redundancia.
Como toda película futurista, Wall-e es casi una advertencia acerca de lo que estamos dejando de ser y hacia dónde nos dirigimos como especie: el exceso de basura, la hiperobesidad, el aislamiento, la destrucción de nuestro mundo.
A prestar atención. Hacia allá vamos. Y nosotros no tenemos un Wall-e que nos rescate.
A los 78 años, Carl es un viejo parco, amargo y testarudo a quien la vida no le deparó la mejor de las historias.
Enamorado de su esposa desde la infancia, soñó con ella muchas aventuras que la realidad no les permitió concretar.
Por eso cuando las empresas de bienes raíces lo persiguen para comprarle su propiedad, a la que se aferra como al resto de sus bienes, él decide salir en busca de su sueño. Pero no resigna su casa: se la lleva puesta, volando, atada a un llamativo ramillete de globos de helio.
La travesía se complica, aparecen otros acompañantes, pero el punto es el mismo: aún de viejo Carl va a defender su casa y sus sueños, incluso cuando ya parecían tan lejanos, tan olvidados.
Cabe destacar la secuencia muda, con apenas música de fondo, en la que vemos transcurrir toda la historia del matrimonio de Carl y su esposa. Sin mediar palabra se entiende todo, y se lagrimea hasta el apellido. Otra muestra de la sabiduría en manejo de conceptos visuales, síntesis y poesía de la gente de Pixar.
Valiente (2012)
Y sí, una vez llegados al universo Disney, era difícil no abordar uno de los principales rubros de la compañía: las princesas.
Pero claro, había que plantear la impronta. Ya no más chicas débiles y crédulas a la espera de un príncipe que las rescate de los padecimientos a los que las somete una malvada madrastra.
No. Mejor mostrar una relación madre-hija de verdad, como las de la mayoría de las espectadoras. Una relación sin hechizos, bueno, al menos en el origen.
Una princesa con un cabello que refleja la rebeldía. Una chica que no está esperando la boda, más bien le huye. A ella le gusta cabalgar por el bosque, comer con la boca abierta y practicar actividades no tan esclavizadoramente femeninas como el bordado.
Por la época en la que transcurre la historia, a Mérida, tal el nombre de nuestra heroína, le gusta practicar la arquería. Quizás si fuera hoy jugaría football.
La historia es buena, la música nos sumerge en la Escocia medieval, y la chica rescata el valor de respetar sus deseos y reconstruye a partir de ahí la relación con su madre.
¿Que si se casa? No lo sabemos. Tal vez, tal vez no. No es lo que importa.
Intensamente (2015)
¿Y qué mejor muestra de que hay que destacar quien uno es que valorar a cada una de las emociones que nos componen?
Una película con una teoría particular pero no necesariamente muy errada de cómo funciona nuestra mente, que hace foco en la atribulada cabecita de una niña, Riley, de doce años que debe mudarse de ciudad.
El valor de cada una de nuestras emociones, incluso las que parecen en principio negativas y a las que se repliega, como a Tristeza, a un rincón para que no arruinen nada, cuando en realidad son la contracara fundamental de esas otras emociones, las positivas, las que parecen llevar todo adelante solas, como Alegría.
Somos un conjunto de emociones y eso hace falta para definirnos, para permitirnos expresarnos, para liberarnos, en fin, y dejarnos ser.
El leit motiv continúa.
La impronta Pixar y el valor de "ser uno mismo" se reflejan también en varias de las nuevas películas Disney: Ralph el demoledor, Frozen, Zootopia, y hasta en algunas de las no animadas: Maléfica y la renovada Cenicienta.
Pero este post ya está bastante largo, dejamos esas para la próxima...